Es esa mirada sencilla, profunda y confiada. Es su sonrisa tierna y genuina. Es cómo nos hacen sentir cuando estamos con ellos. Esas pequeñas personitas son lo más grande de este mundo. Quizás algún ingenuo iluso afirme que lo más bello es una puesta de sol, el mar en un amanecer, el intenso verde bosque o el verde suave de las praderas. Otro dirá que la mayor belleza se encuentra en el romper del agua en la caida de la catarata o en el florecer de la más selecta orquídea.
Es mi deber hacerles conscientes de su errada opinión. El extremo de la belleza es posesión única y exclusiva de los niños pequeños. Son sus Dueños y Señores aun sin ser totalmente conscientes de ello.
Desbordan pureza espiritual, y ante eso, ningún ser de este mundo se puede resistir.
Es mi deber hacerles conscientes de su errada opinión. El extremo de la belleza es posesión única y exclusiva de los niños pequeños. Son sus Dueños y Señores aun sin ser totalmente conscientes de ello.
Desbordan pureza espiritual, y ante eso, ningún ser de este mundo se puede resistir.