Esa es la pregunta que yace en el lecho de la trama formada por mis anhelos.
¡Qué gran realidad aquella que nos permite ser el amado de la más dulce y bella doncella! ¡Qué gran realidad aquella que nos permite ser el príncipe conquistador portador de la égida!
No fuese por mi el despertar y despedirme de ese mundo en el que ya no existen samaritanos pues no hay hombre afligido, herido o ultrajado en la cuneta de nuestro caminar.
El amor correspondido, el desapego por uno mismo, la ausencia de escasez y demás utopías utópicamente utópicas.
¡Oh ese mar cálido, suave y delicado que nos envuelve cual fluido de seda templado al fuego!
Mas como todo sueño tiene su despertar salvo el destino final, es inevitable reflexionar y asimilar que nuestra otra realidad clama a gritos por un trato responsable, pues es sustendadora de la perfecta realidad, y como tal, merece ser tratada como una princesa.
Hagamos reposar sobre sus hombros su manto de majestad y sobre su testa la resplandeciente corona que la proclama heredera de la historia.
¡Qué gran realidad aquella que nos permite ser el amado de la más dulce y bella doncella! ¡Qué gran realidad aquella que nos permite ser el príncipe conquistador portador de la égida!
No fuese por mi el despertar y despedirme de ese mundo en el que ya no existen samaritanos pues no hay hombre afligido, herido o ultrajado en la cuneta de nuestro caminar.
El amor correspondido, el desapego por uno mismo, la ausencia de escasez y demás utopías utópicamente utópicas.
¡Oh ese mar cálido, suave y delicado que nos envuelve cual fluido de seda templado al fuego!
Mas como todo sueño tiene su despertar salvo el destino final, es inevitable reflexionar y asimilar que nuestra otra realidad clama a gritos por un trato responsable, pues es sustendadora de la perfecta realidad, y como tal, merece ser tratada como una princesa.
Hagamos reposar sobre sus hombros su manto de majestad y sobre su testa la resplandeciente corona que la proclama heredera de la historia.