No son pocos los grandes líderes militares y políticos que dieron al traste con su carrera debido a la influencia de una mujer.
Figuras tan importantes en la sociedad, voluntades de hierro respecto al resto de seres humanos, y de mantequilla respecto a sus amadas.
Tercos, estúpidos, crédulos, confiados... pensamos años después...
Pero ¿qué cuando ella posa su dulce, bella, penetrante, incisiva y cautivadora mirada en tus ojos?
¿Qué cuando su pupila dilatada sobre fondo gris, verde, negro, azul, marrón, miel... hace que se seque tu garganta, suden las manos, el corazón se acelere y olvides toda noción de gramática?
¿Es el hombre capaz de soportar tan punzante presión? Gracia divina es el único antídoto de tal "mal". Son sirenas que con su "canto" nos atraen a una irremediable desgracia. Digamos mejor "desgracia" porque a modo siamés lleva unida una "gracia" de valor incalculable en caso de ser fémina virtuosa.
