Es de noche, has cenado, das vueltas por tu habitación esquivando cama, mesa, silla, mesilla, lampara, pones un pie en la alfombra y el otro en el frío mármol. Ah, te gusta sentir el frío a través de tu piel, te recuerda que estás vivo, te recuerda que la vista y el oído no son tus únicos sentidos. Tienes el estómago lleno y no quieres acostarte. Vale, esa no es la razón, la razón es que tienes una tormenta de pensamientos que no te permite relajarte cuando decides tumbarte en tu lecho. Así que te sientas donde deberías estar tumbado, miras el ordenador y una serie fugaz de acciones lúdicas cruza tu mente, desvías tu mirada hacia tu mesilla de noche donde ves un libro. Es un buen libro, pero no lo suficiente para abrir sus tapas ahora. Hay una lámpara en la mesilla, es blanca pero la bombilla hace que parezca amarillenta y hay un pequeño insecto volador trazando su trayectoria con centro en el foco de luz. Miras tu pared y ves algunas fotos de amigos y familia y te preguntas qué estarán haciendo ahora, qué pensarán, cómo se sentirán, si pensarán en ti de vez en cuando...
No sabes cómo ha pasado pero estás de pie y caminando hacia la ventana. Quieres mirar el exterior, quieres saber qué hay más allá. Quieres atisbar el horizonte y descubrir un mundo nuevo, agradable, cálido, lleno de bondad y sabiduría. Quieres que lo que hay más allá de la ventana te abrace, te acaricie, te escuche, te comprenda, te aconseje, te apoye, te ayude y te resuelva dudas.
Entrecierras los ojos con el objetivo de poder enfocar mejor pero no hay forma, lo único que ves es a tí mismo, tu silueta, eres tú. Son tus problemas, son tu incapacidad de mostrar afecto, es tu maldad, tu sordera, tu incomprensión, tu inutilidad como apoyo... Te ves reflejado y tu reflejo te ve a ti que te estás viendo reflejado mientras tu reflejo te mira... y la comunicación se pierde en esa "cinta de Möbius".
Creo que a veces cuando hablamos con Dios nos pasa algo parecido. Cuando creemos que estamos hablando más allá, realmente estamos hablando con nosotros mismos. Sí, Dios nos escucha, pero nuestra comunicación no va dirigida a él sino que retorna una y otra vez a su origen. Nos estamos hablando a nosotros mismos, un placebo usado a lo largo de la existencia del ser humano y en cualquier tipo de religión o no religión. Si nuestra verdadera intención es comunicarnos con nuestro Padre creador, el Nombre sobre todo Nombre, el Alfa y la Omega, tenemos que enfocarnos en Él y en su santidad y olvidarnos totalmente de nosotros. Tenemos que apagar la luz para no ver más nuestro reflejo en el cristal sino a través.
cinta de Möbius: http://es.wikipedia.org/wiki/Banda_de_M%C3%B6bius